miércoles, 20 de mayo de 2009

Tres notas





1. Avatares de la crítica


"Toda escritura revolucionaria es, en sus inicios, un lenguaje de principios: reenvía cada palabra a su origen –principium– para extraerle una significación única e inequívoca.

Se trata, en último trámite, de redefinir de manera geométrica la totalidad del espacio social.”

Martín Cerda, “Escritura revolucionaria”


El texto ante ti. Sugerente y atractivo, con ese dejo de polémica que tanto te deslumbra.

Todas sus citas, tus citas.

Sus autores, los tuyos.

Cada argumento en su lugar y concordes a tu propia razón.

Y aún así, percibes algo que no anda bien.

Te miras al espejo y te cercioras que no eres tú.




2. Los beneficios de ser macho


Escribí un poema.

Como todos los que escribo era malo y deslavado.

Lo reescribí, lo trabajé y lo desarmé al menos cinco veces.

Al final, lo puse en boca de una niña, de sus circunstancias y su vida. Sonaba tan bonito, tan dulce y tan honesto, que lo envolví de ella.

Me recubrí en sus palabras y decidí hacerme mujer.



3. Quiasmo


“Sí, tu niñez, ya fábula de fuentes”

García Lorca a partir de Jorge Guillén.

“Tu infancia en mentón.”


De esta intensa fábula de fuentes me preocupan dos dilemas que quizás se crucen en el gesto.


Por un lado, la persistencia de la infancia como motivo burgués por antonomasia. La retrospectiva sicológica de un tiempo originario, en el que las perversiones se fueron enquistando hasta dejarnos a la deriva en esta engañosa y podrida actualidad. La excusa perfecta para suspender toda acción en la posibilidad imaginaria de que si no hubiera sido así. Con dolor y seguridad se va dando la asunción de la culpa a través de la separación y la distancia.

Toda mi experiencia se funda en ese trauma.

En cuanto niño, no era yo.

Lo que soy yo es justamente aquello que resta al dejar de serlo.


Por el otro, la tenaza del romanticismo sobre la literatura. La manera en cómo se signa su efectividad en la trascendencia, sobre todo desde el momento en que se determina que la función social de la literatura no pude ser otra que una prosaica y aburguesada moralización ideológica. No hay posibilidad crítica y verdaderamente política más que en la poesía: el repositorio de una sabiduría humana común más allá de la sordidez histórica.


De modo que el poeta y el sabio, junto con sus producciones intelectuales, se conforman en su aislamiento, se perciben solos y faltos de oídos para comprender que “la existencia está en otra parte.”


Apoyar y celebrar tal jugada más allá de su horizonte histórico es persistir en la cómoda infructuosidad de nuestra modernidad.


Absolutismo trascendental contra absolutismo aburguesado y, en el medio, en vez del campo de batalla, la concepción romántica de la retirada de la naturaleza, “la muerte del arte” y la posterior ideología del trauma: De Hölderlin a Trakl, de Baudelaire a Celan y entremedio Hegel, Freud, Benjamin y Heidegger.


El ritmo de la vida moderna, la mecanización del tiempo y su énfasis en la producción, vuelven el mundo inhabitable y destruyen toda relación social. La función de la poesía, entonces, se comprende como un esfuerzo constante por constituir una nueva tradición en la inhabitabilidad del mundo mercantilizado, mecánico y desarticulado de la urbe.


Desgraciadamente, para tales perspectivas, la recomposición de las relaciones sociales está, desde ya, perdida de forma irremediable:


“¿Qué será de los niños que fuimos?,” se preguntaba Enrique Lihn, mientras acusaba la premura del tiempo y la adultez por alcanzarlos, por hacerlos girar al ritmo del reloj fuera de la pieza oscura:

“Pero una parte de mí –continúa– no ha girado al compás de la rueda, a favor de la corriente.

Nada es bastante real para un fantasma. Soy en parte ese niño que cae de rodillas

dulcemente abrumado de imposibles presagios

y no he cumplido aún toda mi edad

ni llegaré a cumplirla como él

de una vez y para siempre.”

La pieza oscura (1963)


El peligro, entonces: decir, heme ahí, y añorar el regreso a un inexistente tiempo antes del tiempo.


Saint Louis, Missouri

20 de mayo, 2009


1 comentario:

Paulina Soto dijo...

Viquiiiiii, me encantó, sobre todo el segundo. así que te hiciste mujerr! muac

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