jueves, 21 de agosto de 2008

La premisa: conservar las proporciones


Estación de Servicio

[A partir de Walter Benjamin. Einbahnstrasse. Frankfurt am Mein: Suhrkamp Verlag, 1965. 7-8.]

Tanto entonces como ahora, porque esto fue escrito primeramente entre 1923 y 1926, la formación de un sistema social de pensamiento y representación –la construcción de la vida– se halla influido con mayor potencia y violencia por los hechos, que por la apelación de creencias e ideales; por supuesto, la índole de estas transformaciones materiales, que hoy por hoy son igualmente simbólicas aunque redistribuidas como hechos, son siempre de un cariz tan reciente que casi nunca es posible incorporarlas, ni aquí ni en ningún otro lugar, a los fundamentos de las convicciones. Bajo estas circunstancias, una verdadera actividad literaria, comprometida con sus formas, sus límites y su sociedad, no puede ponerse en juego al interior de una estructura puramente literaria si no quiere repetir, una y otra vez, la marca habitual de su infructuosidad. Una escritura que aspire a su existencia social, a una eficacia literaria significativa, sólo surge del estricto intercambio entre acción y escritura y de su producción entrelazada a formas discretas de mayor influencia en las comunidades activas. Debe, entonces, desatender el pretencioso gesto universal del libro y desarrollarse en panfletos, notas, artículos, carteles... Sólo un discurso así de presto es capaz de enfrentarse con eficacia al flujo del instante. Las opiniones son al inmenso aparato de la vida social lo que el aceite es a las máquinas; no hay nadie que se pare frente a una turbina y la riegue por completo con aceite de motor. De preferencia, aquella o aquel de turno, asperja el lubricante sobre tuercas y articulaciones ocultas que, por supuesto, precisa de antemano conocer.

a/b = r:

a. Si considero esta delimitación y programa como un diagnóstico efectivo de mi situación, debo, en primer lugar, reconocer cuál es, entonces, el modo en que se produce la construcción de la vida (sistema social de pensamientos y representaciones). Queda en evidencia que no depende únicamente de las convicciones (sistema de ideas) ni de los hechos (transformaciones materiales), aunque el punto medio sugerido oscila dependiendo de la situación actual. Sólo mediante esta aclaración se hace consistente la interpretación de “una eficacia literaria significativa” como una escritura que aspire a una existencia social.

b. Ahora bien, la práctica de la escritura se relaciona con la producción de formas que surgen en interacción con la comunidad, por lo tanto, se entiende que los medios de reproducción materiales, si bien enumerados, son el modo de afirmar la utilización de cualquiera que sea el que esté a la mano y que me asegure un canal de influencia efectiva. Y, evidentemente, la única forma de comprobar ese canal es a través de la práctica. A su vez, esta práctica no es otra cosa que la plasmación literaria (que es otro concepto a aclarar, ya que en él se yuxtaponen categorías de evaluación racional y estéticas) de las opiniones. Estas, finalmente, construyen la relación proporcional con el aparato social de la vida, que oculta una razón práctica y eficaz que es capaz de interceder en la construcción de la vida social.
¿r?. Sólo a una crítica fundada en una vida nutrida por un tiempo homogéneo y vacío, la cronología, le preocupará en este caso dónde empieza y termina la mano. Principio y fin son a la eficacia literaria lo que la caridad es a la acción social.
Saint Louis, Missouri
21 de agosto, 2008

martes, 12 de agosto de 2008

Dos preguntas


¿Para qué investigar con tanto denuedo, con tanta inversión de recursos, la necesaria politicidad intrínseca del arte?

¿Cuál es la fisura a la que le temen y que quieren ocultar?

Porque claro, la fisura no está en el arte, en la literatura en mi caso, sino que en aquellos mismos que persiguen atrapar su estatuto trascendente en una definición. El arte y su crítica no son intrínseca y sempiternamente políticos, como esperan defender. No, al menos, en un concepto activo de la política.

Creo, como lo estipuló la olvidada declaración de los Escritores Latinoamericanos reunidos en Viña del Mar en 1969, que “el escritor se define políticamente en la medida que tiene existencia social”.

El argumento contrario va a suponer, entonces, que el arte no puede no tener una existencia tal, en la media en que forma parte de un sistema que es de antemano social. Además que no debemos confundir escritor de escritura, ni mundo histórico con el referente proyectado al interior de la obra, etc.

Por supuesto, reconozco, que hay diversas maneras de vivir y actuar socialmente, lo mismo que diferentes implicaciones en las diferencias entre productor y producto. Sin embargo, tanto esfuerzo por la argumentación teórica y filosófica del rol político de la estética en desmedro de la misma producción literaria y crítica, a mi parecer, no hace otra cosa que revelar su fractura: la contención de socializar la escritura (sobre todo considerando los múltiples medios de difusión masiva actuales) por una desconfianza suma hacia la participación política en la cultura y en algún espacio público, ya que la ideología que sustenta su posición crítica emerge de un escepticismo inactivo (más reaccionario que radical) y de la confortable asepsia de los círculos universitarios a la moda.


Saint Louis, Missouri
12 de agosto de 2008

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